Este es un relato con componente humano. Y no sólo eso, sino que pone a las personas que conozco en el centro del universo, a un nivel de importancia tan alto como el árbol del centro del universo. También es la historia de la noche, de criaturas que transitan los oscuros lugares que retrato. No son lo mismo. A cada paso de uno, el otro se esconde, originando existencias paralelas que al ser Astronauta puedo observar.

Al caer el Dios del Sol comienza la magia; los de Noche despiertan sus sentidos y se ilumina diferente. Nos cuesta ver de cerca, pero de lejos se nos abre el camino estelar. Es tiempo y espacio. Es una ruta lejana que también es nuestra trayectoria. Como la Vía Láctea, que parece lejana e imponente en el espacio, pero somos parte de ella. Es como ver el futuro, mi futuro, la próxima parada. Los de Noche tienen esa capacidad; valorar la estrella y el interior.

Pero no siempre los de Noche vivieron en secreto; cuando todo comenzó, fuimos mayoría. Cada árbol, cada grano de arena, cada par de ojos brillando en el bosque formaba nuestra comunidad. Guardianes del Camino Estelar, desde Maicolpue, por toda la Vía Láctea, y volviendo a Maicolpue. Protectores de la mayor joya de la galaxia: una fotografía.